Tantachawi: cena colaborativa entre Chile y Bolivia con toques asiáticos.

Una cena colaborativa entre Phayawi, Yumcha y la bodega San Francisco de la Horca reunió, en una misma experiencia, productos bolivianos, técnicas asiáticas y maridajes audaces.


Bienvenida a una noche diferente

La noche del viernes comenzó con hospitalidad y emoción en Phayawi, uno de los restaurantes más destacados de La Paz y parte de la reconocida lista de Latin America’s 50 Best Restaurants. Nada más llegar, el ambiente ya anticipaba algo especial. Me recibieron con calidez y me ofrecieron un menú impreso, dividido en dos hojas: una con los platos del evento y otra con las bebidas.

La propuesta gastronómica era el resultado de una colaboración entre Valentina Arteaga, chef anfitriona de Phayawi, y Nicolás Tapia, chef chileno al mando de Yumcha, un pequeño restaurante en Santiago de Chile cuya cocina se inspira en el té, en las salsas y en las raíces asiáticas.

Por su parte, el maridaje fue curado por la sommelier Macarena Aguayo y Marcelo Vacaflores, propietario de la bodega San Francisco de la Horca, una de mis favoritas del país. Como bonus, Nicolás Tapia también preparó una serie de infusiones que fueron pensadas como alternativas sin alcohol para acompañar la experiencia.


Entrantes: texturas, salsas y creatividad

Compartí mesa con amigos y, entre risas y curiosidad, decidimos pedir todo el menú para compartir. Una excelente decisión, porque cada plato tenía algo distinto que contar.

ZAPALLO, PEPITAS, K’OA Y CHARQUE
Un mil hojas de zapallo al horno con emulsión y pepitas garapiñadas, acompañado de charque de llama y k’oa fresca. Un inicio suave, agradable, aunque de sabores más contenidos frente a lo que vendría después.

COLIFLOR, MANÍ Y AJÍ COLORADO
La estrella de las entradas. Una coliflor al horno acompañada de una salsa macha y otra de maní. La salsa macha, hecha con ají, jengibre, ajo, cebolla y maní, robó protagonismo. Una bomba de sabor con técnica impecable. Confieso que repetí cucharadas del plato de mis vecinos.

PEJERREY, TUBÉRCULOS Y CHILI OIL
Pejerrey en escabeche con tubérculos marinados en chili oil, hierbas frescas y una salsa inspirada en la cocina china, ligeramente picante. Sabores bien equilibrados entre dulce, salado y especiado. Fue, sin duda, una de mis entradas favoritas.


Platos principales: contrastes bien ejecutados

TRUCHA, REPOLLO Y PIMIENTA DE SECHUÁN
Una adaptación local del plato insignia de Yumcha. La trucha boliviana se confita y se sirve con caldo de repollo fermentado, kimchi blanco y repollo chino al wok. La pimienta de Sechuán produce una sensación peculiar: adormece la boca y estimula la salivación. Me encantó, aunque agradecí que lo hayamos compartido.

TOSTADA DE CORDERO
Un brazuelo perfectamente cocido, servido sobre tostada con papas nativas y verdes. Lo inolvidable fue el pequeño cuenco con el caldo donde se cocinó el cordero: profundo, cálido, lleno de sabor. Un lujo.


Postres que cierran con altura

KAKIGORI DE LIMÓN
Granizado, helado, crema, galleta y mermelada de limón fermentado. Todos los elementos posibles del limón, perfectamente equilibrados. Para mí, el mejor postre de la noche (aunque, lo admito, soy fanático del limón).

CAFÉ Y CHOCOLATE
Un dúo clásico hecho con insumos de altísima calidad: bizcocho, ganache, helado y nibs de cacao. Ambos productos, café y cacao, bolivianos y excelentes. Sencillo, preciso y muy sabroso.


Maridajes que acompañan con intención

Las infusiones fueron una gran sorpresa. Probé la de wira wira, cedrón, eucalipto, k’oa y miel: intensa, aromática y cálida. Otras opciones incluían combinaciones como:

  • Maní, ají y maíz
  • Kiswara y quinua
  • Quirquiña y zapallo

En cuanto a las bebidas alcohólicas, los cocteles con singani destacaron por su frescura. El que elegí, con cítricos y jamaica, fue el aperitivo perfecto.

Los vinos de San Francisco de la Horca también brillaron. Probé el moscatel de Alejandría y el vino naranjo, ambos en crianza en damajuana. Frescos, expresivos y muy bien pensados para acompañar los platos. Una bodega que sigue destacándose por su dedicación y calidad.


Un cierre con sabor a encuentro

Este tipo de cenas son más que experiencias gastronómicas. Son espacios de aprendizaje, de diálogo entre cocinas, de descubrimiento para el paladar. Tantachawi —que en aymara significa “encuentro”— fue eso: una fusión entre sabores asiáticos y bolivianos, entre productos locales y técnicas foráneas, entre equipos que hablan lenguajes diferentes pero se entienden con el gusto.

Salir de ahí fue hacerlo con nuevas referencias, nuevas preguntas, y muchas ganas de seguir explorando. Porque si algo nos enseña la buena cocina, es que siempre hay más por descubrir.

Cacao, murta y hongos silvestres: una cena a seis manos que unió a Chile y Bolivia

El viernes 6 de junio, el restaurante Arami fue el escenario de una colaboración a seis manos entre tres propuestas notables: Marsia Taha, anfitriona y cocinera de Arami; Javier Avilés de Pulpería Santa Elvira (puesto 57 en Latin America’s 50 Best Restaurants 2024); y Fiol Dulcería, liderada por Camila Fiol, reconocida como la mejor pastelera de Latinoamérica en 2024 según 50 Best.

Aunque Camila llegó a Bolivia para la ocasión, tuvo que regresar a Chile el mismo día del evento por una emergencia familiar. Aun así, dejó su huella: recetas, insumos y sabor perfectamente ejecutados por el equipo de Arami.


El inicio: ceviche, sandía y trufa chilena

La cena comenzó con una copa de Osadía, un espumante rosé boliviano elaborado con método champenoise. Los primeros snacks marcaron el tono de la noche: palta reina con ceviche de jaiba, sabroso y lleno de textura, y un canapé de chivé con carpaccio de sandía y tubérculos crocantes.

Uno de los momentos más memorables fue el paso que cada comensal debía montar en su mesa: sopaipilla de calabaza como base y, por separado, un trío de hongos de recolección cocinados —lengua, loyos y níscalos, traídos desde Chile— sobre los que se ralló trufa chilena. Esta trufa, más sutil que la europea, tiene un aroma profundo, con notas terrosas, y marca el inicio de una producción emergente en el país vecino. El ensamblaje fue personal, y la combinación resultó espectacular.

Maridamos este paso con un rosado boliviano, blend de tannat, bonarda y syrah, de la bodega Marqués de la Viña, que acompañó a la perfección, equilibrado, respetó la complejidad y profundidad del plato.


Maridajes precisos para platos potentes

Se sirvió un moscatel de Alejandría de Tierra Roja, también boliviano, uno de los maridajes más acertados de la noche. Este vino acompañó el que fue, sin duda, uno de los platos más potentes del menú: calamar austral, jamón de albacora, crema de almejas y algas encurtidas, una propuesta de inspiración japonesa, intensa y sabrosísima. El vino logró armonizar con los sabores marinos sin opacarlos, creando un equilibrio notable.

Después llegó el anticucho de paiche, con salsa demi-glace de pollo con tinta de calamar y togarashi, acompañado con papa andina encurtida, todo incrustado en una brocheta. El maridaje fue la Negra Criolla de Jardín Oculto, uno de mis vinos favoritos, siempre expresivo.

Le siguió Ladino, un vino chileno elaborado con uva país, que es la misma cepa que en Bolivia conocemos como negra criolla o misionera. A diferencia de los bolivianos, este tenía un perfil más mineral, marcado por su terroir. El plato: terrina de pato y charque de pato, con mole amazónico a base de cacao boliviano al 70%, acompañado de puré de walusa, papaya verde encurtida y frutas amazónicas como motacú y sinini. Intenso, complejo y profundamente sabroso.


Postres con firma de Fiol Dulcería

La parte dulce comenzó con un espumante Altosama Rosé, que acompañó un postre basado en murta, una baya silvestre chilena: helado, gomitas, frutos frescos y avellanas.

Luego llegó un semifreddo de papaya nativa chilena, más cercana a la carambola que a nuestras papayas. Venía acompañado de mermelada de la misma fruta, crema de maíz y un crocante de maíz nixtamalizado, cuyo aroma recordaba a nuestra pasankalla.

La cena concluyó con petit-fours que Camila Fiol dejó elaborados desde Chile, como broche final de una noche inolvidable.


Un intercambio sincero y sabroso

La integración de sabores y productos fue real: Bolivia y Chile compartieron territorio en cada plato. Conversar con Javier Avilés fue tan fluido como los sabores en la mesa; se notó su talento y claridad en cada paso. Y aunque Camila Fiol no pudo quedarse, su propuesta se hizo sentir de principio a fin.

Compartí mesa con amigos queridos, y entre risas, conversaciones y brindis, la noche pasó sin darnos cuenta.

Sobre los protagonistas

Marsia Taha
Chef boliviana y mente detrás de Arami, en La Paz. Reconocida por su trabajo de investigación y cocina con ingredientes nativos, Marsia fue elegida Mejor Chef Femenina de Latinoamérica 2024 por Latin America’s 50 Best. Su propuesta revaloriza los productos bolivianos con técnica, sensibilidad y sostenibilidad, convirtiendo a Arami en uno de los referentes de la nueva cocina amazónica.

Javier Avilés
Chef chileno y fundador de Pulpería Santa Elvira, restaurante ubicado en Santiago de Chile que ocupa el puesto 57 en la lista de Latin America’s 50 Best Restaurants 2024. Su cocina se caracteriza por el respeto al producto local, el uso creativo de ingredientes de temporada y una interpretación contemporánea de las recetas tradicionales chilenas. Javier es considerado una de las figuras más interesantes de la gastronomía chilena actual.

Camila Fiol
Pastelera chilena y fundadora de Fiol Dulcería, un proyecto que explora la dulcería desde lo técnico, emocional y cultural. Fue reconocida como la Mejor Chef Pastelera de Latinoamérica 2024 por Latin America’s 50 Best. Camila trabaja con productos nativos, técnicas contemporáneas y un enfoque que combina memoria, precisión y creatividad. Su propuesta ha redefinido la manera de entender la pastelería en la región.