El 12 de diciembre fue una fecha que quedó marcada en mi memoria con un sabor especial: el del orgullo hecho vino. Ese día, asistí al Salón de Medallas de los Vinos y Singanis Bolivianos Premiados en el Mundo 2023 – 2024, un evento que no solo reunió a lo mejor de nuestra producción vitivinícola, sino que celebró el fruto de décadas de dedicación, pasión y trabajo silencioso.
Al ingresar, lo primero que vi fue una mesa larga como nuestra geografía, donde descansaban más de 70 medallas internacionales obtenidas por bodegas bolivianas: Gran Oro, Oro y Plata, ganadas en concursos de alto nivel como Bacchus (España), Catad’Or (Chile), entre otros. No eran trofeos aislados: eran el eco de un país que empieza a hablar fuerte y claro en el lenguaje del vino.
Una vitrina que cuenta historias
El salón reunió a 27 bodegas bolivianas, cada una con su acento, su tierra y su historia. Me tomé el tiempo de recorrer cada stand, escuchar a los productores, conocer los procesos detrás de cada botella y, por supuesto, probar aquellos vinos que hoy están marcando tendencia en el mapa internacional.
Lo que encontré fue una constante: vinos de altura con identidad definida. Aromas complejos, notas frutales bien trabajadas, acidez equilibrada y ese carácter inconfundible que solo puede surgir de nuestros suelos, nuestras manos y nuestra visión.
Singani: el alma destilada de Bolivia
El singani, ese destilado que llevamos en la sangre, tuvo también su merecido protagonismo. En cada copa sentí los valles, el sol intenso de Camargo, la técnica transmitida de generación en generación. Pero también percibí una evolución: hay una nueva ola de productores que está explorando el singani premium, con perfiles más refinados, y una mirada internacional sin perder el alma local.
Más que premios, conexiones
El evento no fue solo una celebración, fue también un punto de encuentro entre productores, autoridades, sommeliers, comunicadores y apasionados del vino. Se compartieron ideas, se abrieron posibles alianzas y se respiró un entusiasmo colectivo por lo que viene. Porque sí, Bolivia está lista para exportar no solo botellas, sino identidad líquida, y cada reconocimiento es una puerta abierta.
Brindemos por lo nuestro
Si aún no has probado uno de estos vinos o singanis galardonados, este es el momento perfecto. Cada etiqueta esconde una historia de esfuerzo, de pasión y de pertenencia. Degustarlos es también celebrar quiénes somos, desde los Andes hasta los valles, desde la tierra al brindis.
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